viernes, 22 de abril de 2011

lunes, 7 de febrero de 2011

RECUERDA LA NAVIDAD ES UNA OCASION ESPECIAL

En resumen.
La Navidad es una ocasión especial para que los niños y jóvenes convivan en armonía, cultiven sus habilidades para la actuación, declamación, canto, etc., y trabajen en equipo para presentar un programa navideño a los hermanos en el seno de la iglesia, y a otras personas fuera de ella.

La Navidad es buena ocasión para compartir con las personas que tienen menos posibilidades y pasan por días tristes en hospitales, asilos, cárceles, etc. Se pueden realizar proyectos para recaudar fondos y obsequiar ropa, comida, Biblias, etc. Al entregarlos se pueden combinar con el canto de himnos navideños, mensajes evangelísticos y oración por las diferentes necesidades de las gentes.

La celebración de la Navidad también tiene un aspecto familiar: la cena navideña con toda la familia. Ya que el fin del año está a sólo una semana, puede aprovecharse para un servicio de acción de gracias por todo lo recibido durante él: el trabajo, la vida escolar, el cuidado y la provisión de Dios, etc.

Esperamos que a la renuencia a celebrar la Navidad por influencia del neo-gnosticismo, no se sume también la pereza de algunos líderes para preparar a los niños y jóvenes, tratando de evitar el largo período de preparación y ensayos que un programa navideño demanda. O porque no hay líderes que puedan imponer la necesaria disciplina para llevar a cabo todo lo que requiere y conlleva la elaboración de un programa navideño.

Para finalizar, llamamos al pueblo cristiano a reflexionar:

* a. A quienes aún celebran el nacimiento de Jesucristo (y Su resurrección), a continuar celebrándolo y aun enriqueciéndolo con su creatividad.
* b. A quienes han dejado de celebrar el nacimiento de Jesucristo (y Su resurrección), a evaluar si no vale la pena utilizar estas ocasiones para proclamar estos hechos importantes en la vida de Jesús, los cuales son bases fundamentales de nuestra fe: Su encarnación y Su victoria sobre la muerte. Estas dos celebraciones proveen muchos temas para presentar el Evangelio.

Personalmente creo que es más conveniente conmemorar la Navidad el 25 de diciembre, porque el ambiente y el contexto son los adecuados. Sin embargo, con tal que se conmemore la encarnación del Hijo de Dios, presento las siguientes sugerencias:

* Si los líderes y la iglesia no aceptan la celebración el 25 de diciembre, háganlo en cualquier ocasión del año: abril, julio, agosto… (la verdad es que no lo hacen en ninguna otra ocasión)
* Si tienen prejuicios acerca del árbol navideño, no lo incluyan. No es esencial.
* Si piensan que lo importante que Jesús nazca en los corazones de las personas, aprovechen la oportunidad para predicar mensajes evangelísticos, usando las porciones de Mateo 1 y 2, y Lucas 1 y 2, que son ricas en temas para presentar el plan de salvación.
* Si creen que en la Navidad se ha caído en excesos de gastos, comidas, bulla, y cosas innecesarias, no las hagan. Celébrenla modesta, sobria, tranquila y solemnemente, como un ejemplo de la forma correcta de conmemorarla, que pueda enseñar a otros.

CantadPara tener un programa de Navidad sencillo y solemne, sugerimos:

* Acción de gracias a Dios por enviarnos a Su Hijo a nacer como un humano, para llevar a cabo la redención de la humanidad.
* Lectura de las porciones en Mateo 1 y 2; y en Lucas 1 y 2, y exaltar la encarnación de Jesús y cómo Su vida en esta tierra afectó radicalmente a toda la humanidad.
* Cantar un buen número de himnos navideños.
* Orar por los necesitados y compartir con otros algo de lo mucho que Dios nos ha dado.
* Agradecer a Dios por su provisión, amor y cuidado durante el año que termina.
* Y cualquier otra idea edificante que su propia iglesia desee incluir.

Así, pues, sin Santa Claus, sin árbol navideño, en febrero o en septiembre, sin excesos de ninguna clase, pero con un profundo sentir de gratitud a Dios Padre por enviarnos a Su Hijo amado, para darnos ejemplos con Su vida santa, dejarnos de Su propia boca profundas enseñanzas y finalmente expiar nuestros pecados por Su muerte, recordemos la Navidad.

Si Dios anunció el nacimiento de Jesús en tierras lejanas a los sabios magos, y creó un fenómeno luminoso que llamamos la estrella de Belén, para conducirlos hasta el pesebre a rendirle adoración como el niño rey, que era Dios. ¿Por qué no hemos de recordar nosotros ese acontecimiento en una fecha especial?

Si Dios anunció siete siglos antes, por medio del profeta Isaías, que Jesús nacería milagrosamente de una virgen por obra del Espíritu Santo; y anunció por medio del profeta Miqueas que nacería en la aldea de Belén, la ciudad de David, de quien Jesús era descendiente según la carne. ¿Por qué no recordar aquella noche y aquel pueblo en que María dando una lección de humildad y obediencia dio a luz a quien sería el Salvador nuestro?

Si Dios sacó de la invisibilidad a las huestes celestiales y al hacerse visibles iluminaron el cielo y los campos de Belén para que los pastores de Belén supieran que había llegado por fin la promesa de un Mesías Salvador, y si en medio de aquel gran resplandor esas huestes hicieron resonar los ámbitos celestes diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz y buena voluntad para los hombres”. ¿Por qué no repetimos una vez más ese mensaje al mundo de alrededor, tan necesitado como el mundo de aquel entonces?

Si Dios convocó al pesebre a ricos y a pobres, a los instruidos y a los de pocas letras, a los de lejos y a los de cerca, enfatizando así la universalidad del Evangelio de Jesús, que fue llamado así porque vino a salvar a Su pueblo de sus pecados. ¿Por qué no demostramos cada año en forma especial la alegría de aquella noche sin par?

No les hagamos el juego a los neo-gnósticos, que han usado argumentos falsos para disuadir a muchos cristianos de no celebrar la Navidad. Lea I Juan 4:2, 3; II Juan 7- 11.

Celebremos la Navidad y conmemoremos el acontecimiento glorioso de la encarnación de Jesús.

sábado, 18 de diciembre de 2010

En familia

Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa”. 
Efesios 6:2


Estar con la familia debería en principio ser una buena noticia, pero con demasiada frecuencia se convierte en una carga y en fuente de numerosas discusiones. Habrá discusiones acerca de en casa de quién se celebra tal o cual cena, quién se encarga de traer esto o aquello. Si es así, son síntomas de que se ha roto una relación valiosísima.

Cuando esas relaciones se convierten en algo difícil, se nos presenta la oportunidad de poner en práctica algunos principios cristianos que nos ayudarán a demostrar que, como hijos de Dios, somos diferentes al resto del mundo y podemos solucionar esos problemas con amor, abnegación, renuncia a tener siempre la última palabra o disposición a lavar los pies del prójimo. Jesús se preocupó de la familia de Pedro, curó a su suegra de una fiebre durante una visita su casa; se preocupó de su propia familia: encargó a Juan que se ocupase de su madre cuando estaba agonizando en la cruz. No siempre es fácil la convivencia, pero siempre es posible dar testimonio de lo que Cristo significa para nosotros.

Piensa

Una buena resolución para el nuevo año: dejar atrás cualquier resentimiento.


Ora

Gracias, Señor, por el año que termina. Te rogamos que en el próximo nuestra relación con los que tenemos alrededor sea digna de embajadores de tu Reino. Amén.

Ni solos ni abandonados


El Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará”.
Deuteronomio 31:6



En la Navidad del año 2000, miles de ancianos españoles se beneficiaron de la campaña “Los mayores también creen en los Reyes Magos”, llevada a cabo por una organización católica, Mensajeros de la Paz. Me conmovió la carta de una anciana a los Reyes Magos (lo que para otros sería Santa Claus), donde pedía, aun reconociendo que ya no era una niña, un peluche de regalo para que le hiciera compañía, pues llevaba varios años completamente sola por Navidad.

Aunque fracasen las iniciativas de buena voluntad, hay un recurso infalible para el que se siente solo. Dios mismo se nos presenta como nuestro Padre e incluso como nuestro amigo. Promete no dejarnos ni abandonarnos. Uno podría objetar que eso está muy bien, pero que Dios es espíritu, es invisible y no nos puede hacer compañía. Quien dice eso es que no ha conocido la preciosa labor del Espíritu Santo. En nuestro interior, a nuestro lado, el Espíritu Santo puede llenar hasta el vacío más oscuro con el amor y el gozo de Dios.

Piensa

Dos no están solos si uno no quiere.


Ora

Señor, no permitas que perdamos la sensibilidad ante la soledad de los que nos rodean, especialmente de los más ancianos. Amén.